La temporada de la NFL está oficialmente de vuelta después de que los Kansas City Chiefs y los Houston Texans arrancaron el año el jueves por la noche. Para los aficionados de los Dallas Cowboys, el siguiente paso es ver a su equipo enfrentar a Los Angeles Rams en el nuevo SoFi Stadium en el primer Sunday Night Football del año.
¿Cuáles son las expectativas para los Cowboys? El año pasado se hablaba de como Jason Garrett y el staff de coaches era el principal problema en Dallas. Ahora, con Mike McCarthy al mando, es difícil medir que tan lejos puede llegar el equipo.
¿Qué tanto afecta que haya un cambio de coach en un offseason que le dio a las franquicias de la NFL poco tiempo para prepararse? Será un año raro para toda la liga pero para aquellos equipos que estrenan una “cabeza,” la tarea será aún más difícil.
Pero el caso de los Cowboys es muy particular. Si bien estrenan un head coach, el equipo no está en reconstrucción, sino a un paso de ser contendientes del Super Bowl. En los últimos años, el roster del equipo se ha ido llenando de talento y con la adquisición del receptor novato CeeDee Lamb, parece que el equipo tiene una unidad élite por primera vez en mucho tiempo.
Para llevarse el Trofeo Lombardi, muchos aseguran que hay que ser un equipo balanceado. Sin embargo, se ha demostrado que ese no es el caso. Más bien la receta requiere de una unidad élite, sea ofensiva o defensiva, y otra unidad que sea “lo suficientemente buena.”
Para los Cowboys, la unidad élite parece estar en la ofensiva comandada por Kellen Moore, quien McCarthy no solo retuvo en su staff, sino que lo dejo quedarse con la selección de jugadas después de haber mejorado drásticamente a la ofensiva en 2019. Si bien hay mucho que mejorar, Moore empezó su carrera como coach con el pie derecho.
La ofensiva de los Cowboys en 2019 lideró a la NFL en yardas por serie, y fue la segunda mejor en la métrica de eficiencia DVOA de Football Outsiders. Donde más quedaron a deber fue dentro de la zona roja, en gran parte por convertirse más predecibles al darle el balón a Ezekiel Elliott en vez de seguir apostando por el juego aéreo como lo hicieron en las otras 80 yardas de la cancha.
Además de Kellen Moore comandando esta ofensiva con la diadema en su cabeza, está Dak Prescott. El quarterback de los Cowboys ha seguido mejorando a lo largo de su carrera al punto de convertirse en uno de los mejores mariscales de campo que hay en la liga. Si bien muchos aficionados no están convencidos de Dak debido a que el equipo no ha avanzado al Campeonato de Conferencia de la Nacional, la realidad es que Prescott no ha sido el problema.
El año pasado fue uno de los mejores quarterbacks lanzando el balón profundo, siendo el líder en la liga al completar pases de más de 40 yardas con 16, así como ser uno de los líderes en CPOE al lanzar profundo, una métrica que mide que tan bien le va por encima de lo esperado dependiendo de la situación del pase (incluyendo datos como separación entre receptor y defensivo, profundidad del pase, etc.). Además fue de los más certeros y lideró una de las ofensivas más eficientes en la NFL.
La línea ofensiva podría preocupar, siendo que Cam Erving será el tackle derecho por mínimo las primeras tres semanas de la temporada ya que La’el Collins está en la reserva de lesionados y no puede regresar antes.
Pero fuera de eso, los otros cuatro titulares son confiables, incluido Joe Looney, quien reemplazará a Travis Frederick como lo hizo en 2018.
Con un calendario relativamente sencillo, sobre todo en la primera mitad de la temporada, y una ofensiva de este calibre, los Dallas Cowboys deben de ser considerados candidatos al Super Bowl. Un calendario favorable podría resultar en uno sembrado alto en la conferencia nacional y si tienen localía en los playoffs, McCarthy podría conseguir cosas especiales con este equipo.